Prometo decir “no” cuando quiero decir “no”. Decir “sí” cuando de
verdad lo sienta. Prometo ser más sincera conmigo misma y más honesta con el
resto. Prometo no guardar un sentimiento. Prometo no acostumbrarme nunca, y
aquí te incluyo. Prometo decir todo lo que me apetezca. Prometo no preocuparme
de lo que se me escape de las manos. Prometo no dar explicaciones que no van a
ser entendidas. Prometo no excusarme. Prometo buscar ese par de zapatos que
demuestren el esfuerzo por haberlos conseguido. Prometo adquirir ese vestido que
me salvaría de una noche no planeada y de una entrevista de trabajo.
Prometo viajar más. Prometo tener presente que, igual que un día se
está arriba, también hay etapas para estar abajo. Prometo sobrevivir al cambio.
Prometo no ocupar el lugar que no me pertenezca ni asistir a lugares donde no
haya sido invitada. Prometo contar hasta cien y no decir nada si lo que vaya a
decir, como dicen, no merece más que mi silencio. Prometo despertarme por si lo
necesitas. Prometo aprovechar los domingos. Prometo no beberme cada noche de
sábado. Prometo pensar menos en el futuro. Prometo buscar cada término que
desconozca. Prometo preocuparme sólo por aquello que requiera mi interés.
Prometo darte un beso de buenas noches. Prometo no marcharme sin decir te
quiero.
Prometo limar las esquinas del cuadrilátero que tengo por cabeza.
Prometo despejar la y, la x y hasta la z de la ecuación más difícil que se me
presente. Prometo coger menos el coche y caminar más. Prometo cepillar tu pelo
cuando tu artritis no te deje. Prometo taparte cuando no haya abrigo que te
envuelva. Prometo recordarte mi nombre cuando lo olvides. Prometo escribir más.
Prometo reír cada día. Prometo dejar de darle tres mil vueltas a un pensamiento
que sólo requiera una. Prometo sentir cada kilómetro. Prometo llevar un
bolígrafo en mi bolso. Prometo memorizar tu número de teléfono. Prometo
escuchar más tus consejos. Prometo ir más al cine. Prometo no dejar que me
cuenten la película. Prometo aprender cada día. Prometo cerrar el libro que ya
se acabó.
Prometo rechazar lo que no me haga bien. Prometo utilizar el rojo y el
fosforito. Prometo decir “basta” cuando ya no pueda más. Prometo sorprenderme.
Prometo aceptar lo que termina. Prometo hacerle frente a esa realidad. Prometo
pensar como aquella anciana húngara que conocí. Prometo visitar La Habana,
Alaska y Florencia. Prometo acompañarte a ver una aurora boreal. Prometo no
sentir frío a -20 grados porque tengo recuerdos que me abrigan. Prometo no
vivir la soledad, pero darle la opción de que me acompañe. Prometo actualizar
mi lista de “pendientes”. Prometo tiempo.
Y de tanto prometer, me olvido de que lo más importante no se promete
nunca. Las promesas mueren por la boca y se despeñan en la voz…
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