Te mereces levantarte por la mañana y tener la mejor sonrisa. Ganarle a los miedos, con fuerza, con ganas. Llegar a todas las metas, tarde o temprano, pero llegar. Dicen que más vale tarde que nunca. Te mereces levantarte con energía, con ganas de vivir, de gritarle al mundo que estás aquí, para ser feliz. Porque te lo mereces. Sí, tú.
Te mereces tener problemas, y enfrentarlos uno tras otro, dando lo mejor de ti, dejando huella. Te mereces equivocarte para aprender, para ser mejor, para llegar lejos. Te mereces sufrir, para saber de qué estás hecho, y qué es lo que de verdad te importa, a quién de verdad le importas.
Te mereces llorar, derramar lágrimas cuando te apetezca, cuando lo sientas. Desahogarte de todo lo que te hace explotar. Te mereces tener sentimientos, ser sensible, y tener la capacidad de saber que también se puede llorar de la risa, que después de la tormenta siempre llega la calma.
Te mereces ser tú, con todo lo que ello conlleva. Con tus defectos, con todos, sin dejarte ninguno por el camino. Porque son tuyos, y de nadie más. Porque siempre se pueden limar un poco cada día, pero seguirán estando ahí para que no pierdas tu esencia. Porque tú vales oro así, con todo.
Te mereces brillar. Brillar por cada rincón por el que pases. Dejando marca, pero de las buenas, de las que no se olvidan porque te hicieron llegar al cielo sin tocarlo.
Te mereces sonreír. Hoy, mañana y, por qué no, pasado también. Porque la sonrisa es tuya, y te la pones cuando te da la gana. Y cuantas más veces te la pongas, mejor. No lo olvides.
Te mereces ser feliz porque sí, porque tú vales más de lo que te puedes llegar a imaginar.
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